No es lo que no se escribe

Los proyectos del imaginario; la importancia de aterrizarlos para salvarlos de la interpretación.

Claudia D. Roca

12/19/20243 min read

Sí, es verdad: no es lo que no se hace…indiscutible. Y también es cierto que puede suceder lo que no se escribe…Pero en el mundo de los eventos, pasar de la idea y del dibujo mental a la concreción de acciones, saltándose el paso del aterrizaje, el de “escribir” la idea en el contexto, no solo nos expone innecesariamente a un riesgo de fracaso; nos sumerge en un caos. Incluso, ante un aparente resultado exitoso, si ese logro no lo puedes medir, cuantificar u otorgarle un valor objetivo, entonces carece de entidad, que es lo mismo que no ser, aunque parezca que ¡es lo más!

Un trabalenguas este párrafo de entrada, imagina si no estuviera escrito.

Las ideas, hasta las más grandiosas, necesitan esculpirse. Y esto exige pasar del dulce sueño a la dura realidad de la producción; teniendo en cuenta y analizando los tantos factores como variables entren en juego para poder emprender acciones coherentes y eficaces que desemboquen en una sucesión de hechos determinantes, pero además medibles. Y esto significa mucha información, que requiere ser recabada, analizada, sistematizada e incluso redefinida antes y durante el desarrollo del evento. Porque el mundo es vivo y cambiante, entonces la hoja de ruta también, pero no lo son los objetivos, los indicadores ni las evidencias, que inicialmente establecemos para medir el desempeño y el resultado.

Y este es el kit del asunto. Un evento donde “todo salió bien” (o sea, que se cumplió el cronograma) nos da alegría, nos inyecta optimismo, pero si al final no ha resultado rentable (en la manera que se quiera medir) o no es sostenible, o ha creado un resquebrajamiento interno, simplemente será un evento mágico, que pivota entre lo irreal y lo efímero.

Que la pereza, pero sobre todo la soberbia no nos juegue una mala pasada; debemos ser capaces de enfrentarnos a la disciplina y al valor de escribir lo que esperamos (objetivos), los medios que tenemos (recursos), las acciones que vamos a emprender y la línea temporal para la ejecución (cronograma) y los indicadores que utilizaremos para medir nuestros resultados. Hacerlo con rigor es lo que nos expone al acierto y al error, y lo único que nos permite evaluarnos y por tanto, emprender mejoras; ¡innovarnos!

No se trata de matarse en el diseño exhaustivo, ni de expandirse en detalles que nos desorientan, porque es verdad que el papel lo aguanta todo. Hablamos de un documento director sólido, conciso, claro, socializado entre todos los que intervienen, pero suficientemente flexible y permeable para adaptarse a los factores variables sin perder el norte, pero tampoco los recursos.

Cuando escribimos se acaban las interpretaciones, por tanto las excusas; nos hacemos responsables. Y solo si lo compartimos con todos los que toman parte de la implementación, entonces hablamos de trabajo colaborativo y corresponsable. En este momento podemos hablar de equipo; y solo un buen equipo es capaz de alcanzar logros sostenibles.

La fantasía es maravillosa, pero es aún mejor cuando conseguimos realizar y mantener vivo aquello que soñamos, que nos gusta, que nos motiva. La concreción de los proyectos del imaginario.

Este texto no pretende, ni de lejos, ser una guía de cómo hacer proyectos, es tan solo una invitación a pensar sobre la importancia de escribirlos, de diseñarlos; aunque sea de una manera muy sencilla. Con todos los beneficios que comporta y con todas las herramientas e información que disponemos, ¡no hay excusa! Por eso tampoco se entiende que haya tantos casos de eventos que no se planifican apropiadamente, y sobre todo, no se evalúan. Y no cuesta casi nada...tiempo, al inicio; pero mucho menos estrés y menos costes durante y después. ¡Tomemos el tiempo para proyectar!